Cobán-Flores Petén. Caminata por la selva y debajo de la tierra: B’omb’il pek

          La aventura comienza antes que salga el sol, en la ciudad de Cobán, en el departamento de Alta Verapaz.  Salimos de madrugada para poder aprovechar el día, el punto final del día la ciudad de Flores, en el departamento de Petén.  Debido a la oscuridad, no se puede apreciar los detalles de la carretera, por las montañas de las verapaces.

            Setenta y cuatro kilómetros separan a la cabecera departamental del municipio de Chisec, uno de los puntos intermedios de esta aventura, la puerta al mundo maya.  El municipio de Chisec es uno de las más grandes del departamento de Alta Verapaz, con un mil ciento tres kilómetros cuadrados.  El idioma predominante es el q’eqchi’, pero se habla también el poqomchi.  Buscamos un lugar para desayunar, y encontramos un comedor que es propiedad de la municipalidad, donde comimos huevos revueltos, frijol, tortillas, café y atol por doce quetzales. 

            Después del desayuno, preguntamos a los lugareños sobre un parque en donde se puede practicar rappel, ellos nos indican que a dos kilómetros, al norte de la villa, está el parque B’omb’il pek, donde se puede realizar esta actividad.  El parque queda en la ruta que conduce al municipio de Sayaxché,  Nos detenemos frente a un letrero informativo de B’omb’il pek y San Simón.  En una tienda cercana nos dicen que llamarán a uno de los guías para que nos acompañe dentro del terreno comunitario. 
Rótulo informativo en la carretera.  T. Torres.
             Retrocedemos unos metros para dejar estacionado el vehículo, y preparamos las mochilas con lo necesario para el senderismo: agua, galletas, bloqueador solar y repelente para mosquitos.  Nuestro guía es en joven de unos veinte años, que habla bien el español y q’eqchi’ y un poco de inglés.  Atravesamos un puente por donde corre el río San Simón, y damos una caminata de treinta minutos por terrenos comunitarios y la selva de las verapaces.  El joven nos platica sobre el cultivo de maíz, que en esas regiones se realizan dos siembras y cosechas, diferente al altiplano, donde solo se lleva a cabo una.  También nos relata sobre la organización comunitaria, del proyecto del parque y de cómo se ha convertido en una manera de obtener fondos para los habitantes de la comunidad. 

Río San Simón, en Chisec.  T. Torres

            Cerca del lugar donde se practica rappel, hay altares subterráneos, donde los sacerdotes mayas aún practican rituales a sus deidades.  Los nombres de las deidades, son las mismas en k’iche’ y q’eqchi’, según pudimos notar con nuestro guía.  El camino tiene una considerable cantidad de grutas, por lo que resulta interesante que el bosque haya crecido por encima de una bóveda subterránea.  El bosque se vuelve más denso, y unos letreros indican el camino hacia la plataforma donde se atan las cuerdas que servirán para el descenso hacia el dominio de Xibalbá.

Sendero hacia el foso que lleva a las cuevas de B'omb'il pek.  T. Torres

Una flor curiosa, llamada por los lugareños "labios de prostituta".  T. Torres. 

En estas fosas se realizan rituales religiosos.  T. Torres. 

            Cinco personas haríamos el descenso de sesenta metros, sin pared hasta la entrada de las cavernas.  El guía nos explica la manera correcta de hacerlo, ya que ninguno de los que haríamos este ejercicio, lo había intentado antes.  La entrada de la caverna se encuentra en un gran foso en medio de la selva, a donde solo se puede acceder por medio de rappel o de una escalera de madera.  Contengo la respiración y me dejo caer por la cuerda, los cinco minutos siguientes son indescriptibles, el foso se abre a lo ancho y uno queda en medio de las paredes, todo se magnifica, arriba, la poca luz que logra atravesar las hojas, se queda ahí.  Las formas caprichosas de la cueva recuerdan el pasado violento que las forjó, fuerzas enormes empujando toneladas de piedra.  El color verde aumenta por el musgo y liquen de las paredes.  La humedad se siente en la atmósfera y los únicos sonidos audibles son los del corazón palpitar, la respiración y el aleteo ocasional de un murciélago o gorrión.  La luz es cada vez más ausente.  Una vez en el suelo, o debajo de él, se aprecia la abertura por donde el aire y la luz se cuelan.  Pequeñas gotas que escapan, caen constantemente, manteniendo húmedo el suelo.  Sin cuerdas, se sigue el descenso por un camino resbaladizo, mientras se contemplan las enormes paredes de piedras, con sus múltiples fisuras y formas.   
Los guías están capacitados para desarrollar estas actividades, brindan un buen servicio a los turistas.  T. Torres.


Pared de las cavernas, donde anidan gorriones y murciélagos.  T. Torres.

El descenso libre es una experiencia única.  T. Torres. 
            El guía nos llevó por dentro de la gruta, escalamos una pequeña pared de roca y nos muestra un pequeño hueco y dice que las cavernas se encuentran ahí.  Nosotros pensamos que es una broma, pues el hueco apenas es lo suficientemente grande para dejar pasar a una persona arrastrándose, y efectivamente eso es lo que nos invita a hacer para contemplar dentro de la caverna.  Lo pensamos un momento y nos armamos de valor y unas lámparas para adentrarnos a la oscuridad. 
 
Figuras caprichosas se forman en las cavernas.  T. Torres.
            Luego de reptar por un angosto espacio se llega a una cámara lo suficientemente grande como para albergar a veinte personas.  Las paredes tienen impregnadas pequeñas rocas brillantes, las estalagmitas están en plena formación y las estalactitas se benefician del mineral transportado por las gotas de agua que atraviesan la superficie.  La oscuridad es total y el silencio absoluto.  Todo es digno de admirar.
La entrada a las cavernas es angosta, una aventura para aquellos que lo buscan.  T. Torres.

            El suelo está partido por la mitad, y si se sigue esa fisura, se llega a otra abertura en la pared, como la anterior, que conduce a una pequeña plataforma de roca donde solo pueden estar tres personas por lo reducido del espacio.  En esta plataforma se puede observar la pintura que le debe su nombre a la caverna, “piedra pintada”; dos monos y un jaguar realizados con pintura negra.  Si se quiere continuar, se necesita equipo de espeleología, ya que es necesario hacer un descenso de treinta metros, los cuales, según cuenta el guía, solo lo han hecho exploradores extranjeros. 
 
Las estalagmitas (en el suelo) tienen formas curiosas.  T. Torres.

Estalactitas que cuelgan del techo de la cueva.  T. Torres.

Es posible encontrarse con formas de vida relativamente grandes en estas cavernas.  T. Torres.

            El retorno es también dificultoso, y en cada abertura se puede sentir una corriente de aire fresco que hace posible la estancia, y la vida, en esa caverna.  Salir por cualquiera de las dos aberturas mencionadas, es como volver a nacer, ver la luz del día y sentir lo fresco del aire.  Y así la cueva vuelve a su silencio profundo, solo interrumpido por el gotear del agua.  

            Subimos por la escalera de madera, y nuevamente nos encontramos en la selva.  Bebemos agua y comemos algunas galletas y regresamos al lugar donde dejamos estacionado el vehículo.  En el camino de retorno, vamos silenciosos, meditando sobre lo que habíamos conocido y lo grandioso que fue.  Le agradecemos al guía y retornamos a la ruta, dirigiéndonos hacia el norte.
Vista desde arriba de la fosa que lleva a las cavernas.  Laura. G. 

La plataforma donde se atan las cuerdas para descender al foso.  T. Torres.

             Pasamos cerca de las cuevas de Candelaria, otro atractivo turístico del departamento, ubicado en el municipio de Raxruhá, pero debido a lo limitado del tiempo y lo largo de la ruta, lo dejamos para otra aventura.  Ya que no conocíamos la ruta, tomamos el camino que lleva hacia el centro urbano de Raxruhá, así que damos la vuelta, pues nuestra ruta es otra.  Volvemos a la intersección que pasamos y continuamos hacia el departamento de Petén. 

            Antaño, esta ruta estaba cubierta por bosque tropical y sub-tropical; los humedales eran comunes, flora y fauna abundante y tesoros arqueológicos importantes.  Ahora, ese mundo verde descrito por Virgilio Rodríguez Macal ha desaparecido.  La ganadería, la palma africana y el crecimiento poblacional han hecho que este ambiente que parecía indomable, sucumba a la mano del hombre.  Solo quedan pequeñas islas de selva en medio de un desierto verde a lo largo de toda la ruta hasta el centro urbano de Sayaxché. 

            A las dieciséis horas, llegamos a la comunidad de Sayaxché, dividida por el río la Pasión, el cual se debe cruzar utilizando un ferry de la municipalidad.  Es necesario esperar a que se cargue de cada lado y haga el viaje, que tarda cerca de cinco minutos.  Mientras esperamos, me dirijo a una tienda para comprar algo que refaccionar, ya que no habíamos tomado una comida completa desde el desayuno.  El que atiende el negocio donde compré, vivía anteriormente en Totonicapán, un paisano en el departamento norteño; me comenta que porqué utilizo un sombrero del área Ixil, si los hombres de Totonicapán utilizan otro sombrero. 
El río la Pasión, en Sayaxché.  El ferry municipal sirve para cruzar al otro lado. T. Torres.


            Me apresuro a regresar, pues el ferry ya estaba cargando, no quise abordar el vehículo así que voy parado en la plataforma del ferry, a la par de otros vehículos y un camión.  Una vez del otro lado, reanudamos la ruta, sin escalas hasta el municipio de Flores.  Pasamos por los municipios de La Libertad, San Antonio y San Benito, hasta llegar a las orillas del lago Petén Itzá. 

            En Flores, caminamos hacia el centro de la ciudad, donde la mayoría de casas son de madera de dos niveles.  Las calles son tranquilas por la noche, donde lugareños y turistas interactúan en los puestos de comida y bares.  Teníamos mucha hambre, y los menús de los restaurantes no parecían saciarla, así que optamos por un local conocido: Pollo Campero.  Teníamos tantas ansias de comer que olvidamos comprar tortillas, y engullimos las piezas de pollo.  Saciados, nos dirigimos al centro comercial Mundo Maya. 

            Después de una breve caminata, nos dirigimos al hotel Casona del Lago, un buen lugar, y económico, para descansar, con vista al lago Petén Itzá.  Luego de tantas emociones, lo mejor es recargar las baterías para seguir con las aventuras.
Su servidor en la antesala al reino de Xibalbá.  J. Torres.

14/12/2012

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